“Coach, hoy no pude hacer ejercicio”, me dijo

“¿Por qué?”, le pregunté.

“No había agua caliente”.

Tampoco había sarcasmo en su respuesta. Seguro mi cara de perplejidad y descrédito le hizo ahondar en su justificación.

“¡Dicen que es malo!”, clamó.

¿Quién dice? ¿Por qué dicen eso? Post para  La Milla  Extra. Esos fueron mis tres pensamientos consecutivos posteriores.

A ver, efectivamente bañarse con agua fría puede ser “malo”, si lo hace  justo después de terminar de hacer ejercicio, cuando está aún sudando y ahogándose de calor.

Hacer eso es tan “malo” como empezar a hacer ejercicio con un cuerpo frío que no ha calentado antes.

Pero no es porque el agua fría sea mala, ni porque hacer ejercicio sea malo, sino, porque los cambios bruscos de temperatura a nivel corporal pueden provocar respuestas fisiológicas indeseadas.

“Según los estudios científicos, durante una sesión de entrenamiento el cuerpo llega a una temperatura de 38,3 º C a 39,5º C. Al entrar a un ambiente frío de manera brusca, en este caso el agua de la ducha, sucede una  descompensación en el cuerpo. Esta puede desencadenar  problemas circulatorios y cambios en la presión arterial”, explicó el director deportivo en el Colegio de Médicos, Johan Salas.

El promotor de la salud también dijo que hay riesgo de sufrir una  parálisis facial periférica. Esto porque ese nervio se mantiene dilatado cuando la temperatura corporal es elevada, como cuando se hace ejercicio, y puede verse afectado por un cambio térmico brusco.

Por eso, la fisioterapeuta Marcela Calvo  no recomienda meterse a la ducha recién terminado el ejercicio, sino, hacerlo después de unos 20 o 30 minutos de reposo y/o enfriamiento, para que en este periodo, poco a poco el cuerpo vuelva a su temperatura habitual.

Del calor al frío

Volviendo a lo de la temperatura del agua  per se, efectivamente cada una tiene efectos distintos en el cuerpo.

La  caliente, por ejemplo, puede  estimular la circulación y relajar los músculos y  articulaciones, al tiempo que abre los poros de la piel para facilitar la  liberación de impurezas, explican en el sitio de ejercicio Livestrong.

Por su parte, el agua  fría explica el entrenador Joseph Mercola, logra una amplia gama de beneficios de salud, incluyendo una  reducción del dolor muscular de aparición tardía, una mayor tolerancia a estímulos de estrés biológico (ocasionan dolor e incomodidad en el cuerpo), un aumento en las capacidades para  quemar grasa, entre otros.

Coincide con él el entrenador Dean Piazza, quien considera que el agua fría puede ayudar a  reducir las inflamaciones producto de las lesiones que puedan haber ocurrido durante el entrenamiento.

Esto puede ayudar a una recuperación más rápida, pero no es recomendable para la persona promedio, asegura.

Por eso, los fisioterapeutas Mauricio Marín y Marilyn Barrientos consideran que la elección de la temperatura del agua que se use para ducharse  depende del tipo de entrenamiento que se tuvo.

“Si es una persona que busca relajarse con el ejercicio, y tiene un entrenamiento relativamente promedio lo preferible es el agua caliente; pero si es, por ejemplo, un futbolista o un peleador de artes marciales mixtas, definitivamente necesita agua fría y ojalá casi consumirse en hielo para evitar inflamación y disminuir los golpes que ha sufrido del entrenamiento”, dijo Barrientos.

Aún así, para Calvo lo más recomendable es, luego de que la temperatura corporal regresó a sus niveles normales,  iniciar el baño con una ducha de agua tibia o caliente y luego pasar a una de agua fría.

“Cuando se efectúa un ejercicio, el ritmo cardíaco aumenta y el ácido láctico se acumula. Luego, una ducha con agua caliente previene el cúmulo del ácido láctico, relaja los músculos y mejora la circulación de la sangre”, detalla.

Por otro lado, añade, una ducha con agua fría logra que el organismo responda a las bajas temperaturas intentando proteger a los órganos internos, y para ello hace que la sangre fluya fuera de las extremidades y de la piel, lo cual es beneficioso para la salud.

“Además, el agua fría y la mejor circulación ayudan a recuperar rápidamente el ritmo cardiaco y reduce la inflamación muscular”, detalló.

Por eso, la especialista recomienda efectuar un “baño de contraste” después de entrenar: abra la llave de agua caliente por unos dos o cuatro minutos, y luego, la de la fría durante no más de dos minutos. Repita eso unas cuatro veces.

¿Y si no hay agua caliente? Espere a que su cuerpo vuelva a la temperatura normal y báñese con agua fría. 

No solo se va a refrescar, sino que le va a ayudar al ambiente: por un lado, sin gastar luz para calentar el agua, y por otro, porque va a durar menos rato con la llave abierta.

¡Al agua, pato!

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