“¿Cansada o con hambre?”, le pregunté.

“Ninguna. Creo que bostezo por falta de oxígeno”, me respondió.

Llevábamos unos 20 minutos de la clase de bungee, un entrenamiento funcional que se realiza en intervalos de alta intensidad (HIIT, por sus siglas en inglés) y en suspensión.

“Abrir la boca, tragar bocanadas de aire, oxigenarse. Makes sense“, pensé; pero teníamos razón a medias.

De acuerdo con la Universidad McGill, la necesidad de inhalar más aire no es para aumentar el oxígeno, sino para bajar la temperatura corporal: “el bostezo es otra forma de termorregulación de los cuerpos, a través de la acción de neurotransmisores”, explica un artículo de su Oficina de Ciencia y Sociedad. Cuando hacemos ejercicio, la serotonina, un neurotransmisor importante en la regulación del flujo sanguíneo de la piel y la termorregulación, aumenta también. “Los aumentos de serotonina aumentan la temperatura corporal y cerebral. Este cambio que hace que el cuerpo desencadene más bostezos, en un intento de enfriarse”, añade.

Pero ¿para eso no sirve sudar? Efectivamente, el sudor es una manifestación de la pérdida de líquidos que está sucediendo en su cuerpo como una forma de regular su temperatura interna. Sin embargo, si la sudoración no funciona para cumplir este objetivo, el cerebro estimulará un bostezo para aumentar el flujo sanguíneo y la frecuencia cardíaca, y permitir la entrada de aire fresco, todo lo cual puede ayudar a regular la temperatura de su cerebro, explica la entrenadora Adrienne Weeks en Livestrong.

Pero no solo el cuerpo quiere termoregularse. Un artículo de Harvard Women’s Health Watch afirma que bostezar enfría el cerebro, lo que ayuda a mantenerlo a la temperatura adecuada para un funcionamiento óptima.

Coincide un estudio de Physiology & Behavior, citado en la revista Men’sHealth: hacer ejercicio desvían una gran cantidad de sangre a los músculos que están trabajando, sobre todo cuando son ejercicios dirigidos a los grupos musculares más grandes (como sentadillas, que trabajan las piernas, o lagartijas, que trabajan los pectorales); el cerebro entonces manda al cuerpo a bostezar buscando recuperar parte de ese flujo sanguíneo que los demás músculos están acaparando.

A todos estos fines se suman los conocidos factores que nos pueden inducir a bostezar: hambre, cansacio, aburrimiento o, incluso, contagio.

Si estás bostezando mucho por alguno de esos factores, no hay nada de qué preocuparse. Si tus bostezos no parecieran calzar dentro de estas explicaciones, entonces mejor preguntale al médico.