Me encanta trabajar con ligas por varias razones: son baratas (fáciles de adquirir y de reponer), son livianas y no quitan espacio (fáciles de transportar) y son versátiles (se puede entrenar todo el cuerpo con una sola liga).

El inconveniente es que usualmente no basta con el cuerpo y la liga. Idealmente, para muchos ejercicios se requiere “amarrar” la liga a algo: un poste, una viga, una baranda, una columna, un perlin, un portón, un palo’emango…

Sin embargo, si no hay nada de eso, siempre habrá una puerta y un truco para prensar la liga al otro lado de ella:

Además, si bien las ligas se venden por “peso”, con una misma liga se pueden trabajar diferentes resistencias.

Por ejemplo, para que una liga delgadita “equivalga” a una de más resistencia, puede utilizarse doble o aumentar su tensión, sea alejándose del punto de amarre o acortando la liga repetición ejecutada.

Ahora sí: a entrenar.

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