Ir a hacer ejercicio solo es, para muchas personas, lo más aburrido del planeta. Por eso, las clases grupales se llenan tanto.

Pero tener compañía no es el único beneficio de entrenar con alguien. Si esa persona es mejor que usted (mejor en condición, en ritmo, en fuerza, en eso que está entrenando), podría ser la motivación extra que usted necesita para ejercitarse con más ganas, con más intensidad y por más tiempo.

De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Kansas demostró que las personas que se ejercitaban con alguien a quien percibieran como mejor que ellas incrementaban su tiempo de entrenamiento y la intensidad hasta en 200% porque se esforzaban más que cuando entrenaban solos.

La ganancia motivacional del efecto Köhler, como es conocido ese fenómeno descrito, es aún más grande cuando el resultado de determinada prueba depende del individuo más débil.

A nadie le gusta quedar mal. Por eso, difícilmente cancelamos a último minuto cuando ya acordamos con alguien (una persona, no un grupo) ir a cletear o a correr.

De igual forma, cuando en clases grupales nos dicen “si alguien para, hacemos 40 más”, no importa cuán cansados estemos, hacemos hasta la última repetición, para salvarle la tanda a todos los demás.

Por eso, es una buena idea tener alguien con quien ir a hacer ejercicio.

Pero ojo, su yunta de entrenamiento debe ser alguien que de verdad vaya a hacer ejercicio con usted. Si es alguien que llega con pereza, o que quiere compañía para ir a hablar un rato o que no hace las cosas con ganas, major ir solo que mal acompañado.

“No tengo yunta”

Y si usted es el “bicho raro” en su círculo social, pues nadie más quiere ejercitarse, haga de usted mismo su propia competencia.

Apunte tiempos, pesos levantados, cantidad de repeticiones hechas… Lleve el marcador y no deje que el contrincante de ayer gane hoy.

Y si en el proceso se queda sin ganas, recuerde por qué empezó a hacer lo que está haciendo (bajar de peso, mejorar su salud, ganar una competencia… ¡lo que sea!) y no se deje renunciar.