Imagínese a alguien fit.

¿En qué piensa? ¿Un abdomen definido? ¿Unos brazos bien marcados? ¿Unas piernas tonificadas?

Esa imagen que comúnmente se nos vende de lo que es estar (ridículamente) fit, como sinónimo de estar sano, no solo es un peligro, sino que no es comprehensivo de lo que estar en forma realmente significa.

Es un peligro porque puede distorsionar la imagen de lo que es tener un estilo de vida saludable y no es comprehensivo porque se enfoca en apenas uno de los cinco componentes de la aptitud física relacionados con la salud.

Sí, estar en el peso saludable, con porcentajes de grasa adecuados a su edad, sexo y estatura, es uno de ellos —composición corporal— se llama; pero no es el único, ni el más importante.

La fuerza (que no debe confundirse necesariamente con músculos voluminosos) y la resistencia cardiorespiratoria son otros bastante conocidos también; mientras que la flexibilidad corporal y la resistencia muscular son dos componentes a los que nadie les da pelota, sea porque no saben que existen o porque desconocen su importancia.

La flexibilidad, sobre la que había hablado hace un tiempo, es la capacidad que tienen las articulaciones y los músculos de poder ejecutar sus movimientos con una gran amplitud articular y estiramiento muscular a lo largo de su radio de acción. Y esto no solo nos permite ser más ágiles, sino también, menos  propensos a caídas y lesiones, ya sea por chapas o por la edad.

La resistencia muscular es, en cambio, la capacidad de un músculo o una zona muscular concreta a resistir la ejecución de un ejercicio de manera repetida y sin pausas, por un tiempo prolongado y en presencia de fatiga.

¿Cuándo voy a hacer yo algo así en la vida?, podría estar pensando.

Cuando quita telarañas, pica condimentos, alza a sus hijos, hace fila en algún lado o va de romería, por citar unos pocos ejemplos.

No estamos acostumbrados a cuestionar de manera crítica para qué sirve lo que el entrenador nos pide hacer y es bastante común que desechemos de la rutina de ejercicio o alimentación aquello que no nos hace mucha gracia o que se nos dificulta hacer.

Esa es una parte del problema; la otra, es que tampoco los entrenadores están acostumbrados a explicar y educar a sus clientes sobre la necesidad de hacer determinados ejercicios y sobre cómo estos se traducen en un beneficio de la vida cotidiana.

Tampoco es común que incluyan ejercicios para trabajar todos los componentes del fitness en el programa de actividad física que diseñan, ni que realicen pruebas más allá de preguntar “¿cómo siente ese peso?” a la hora de crear la rutina de ejercicio.

Esta es solo una pincelada sobre algunos temas que quiero abordar de aquí a setiembre en el blog, y sobre los que espero conversemos (ustedes también, no solo yo) en este espacio.

¿Les parece?

 

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