Aunque aún no ha sido catalogada como muerte súbita, el paro cardiorespiratorio que experimentó, durante un entrenamiento de natación, Emerson Porras, y que causó su fallecimiento a los 14 años, me puso a pensar sobre este tema.

No sé si sabían, pero la muerte súbita en el deporte es aquella que se produce de manera inesperada, producto de la pérdida simultánea de funciones vitales, dentro de las 24 horas del inicio de los síntomas, ocurrido durante la práctica deportiva o hasta una hora después de finalizarla, por causa natural, no traumática ni violenta, en una persona con aparente buen estado de salud

“Su incidencia es mayor en deportistas debido a las exigencias que provoca: aumento en la frecuencia cardiaca, tensión arterial y contractilidad del corazón, lo que produce un aumento de la demanda de oxígeno”, explica la cardióloga Dolores Masiá.

Justamente, eso que describe es lo que nos permite mejorar progresivamente nuestra aptitud cardiorrespiratoria, tener “más aire”, más “aguante” o resistencia porque el cuerpo realiza adaptaciones para que, la próxima vez que nos enfrentemos a ese mismo estímulo, tengamos la condición necesaria para que seamos capaces de hacerle frente.

He visto personas que inician su programa de ejercicio con una condición tal que se agitan con el solo hecho de subir las gradas. Pero, conforme mejoran su aptitud cardiorrespiratoria, esa actividad cotidiana deja de representar un esfuerzo y su corazón se vuelve capaz de más acción: ya no se agita al subir las gradas caminando; se agita si la subimos trotando, por ejemplo. Más adelante, seremos capaces de subirlas como si nada y nos agitaremos al trotar y luego, al correr.

Eso es lo “normal”; lo esperable.

La muerte súbita es inesperada: en medio de ese esfuerzo, ocurre una arritmia cardiaca o fibrilación ventricular. Esta hace que el corazón pierda su capacidad de contraerse de forma organizada, por lo que empieza a temblar, en vez de latir. Por ende, “la víctima de muerte súbita pierde en primer lugar el pulso, y en pocos segundos, el conocimiento y la capacidad de respirar”, explican en Salud + Deporte.

Sucede de repente, sí; pero no, sin explicación. Su causa son las patologías cardiacas, aunque varían según la edad.

De acuerdo con la cardióloga Masiá, en menores de 35 años, las causas suelen ser estructurales, por cardiopatías congénitas, normalmente por problemas en el corazón con los que se nace (en las válvulas, en lo que mide el corazón o en el origen de las arterias que le llevan sangre, por ejemplo) o cardiopatía familiares y/o hereditarias.

Coinciden sus colegas Elpidio Cruz, Eugenia Hernández y Bulmaro Borja, quienes detallan que la cardiomiopatía hipertrófica (MCH) es la causa más importante de muerte súbita de origen cardiaco en los atletas jóvenes (alrededor del 30% de las muertes). Esta enfermedad primaria del miocardio producida por mutaciones de genes y es trasmitida por herencia.

El José Ramón Gómez, médico especialista en Medicina de la Educación Física y el Deporte de Clínicas Beiman, afirma que la segunda causa principal de muerte súbita es la miocardiopatía arritmogénica (MCA) del ventrículo derecho, en la que  “el tejido muscular se destruye y se va sustituyendo por tejido adiposo, de forma que, cuando se hace deporte con intensidad, se generan arritmias cardíacas que también conlleva a muerte súbita”.

Otras cardiopatías listadas incluyen anomalías congénitas de los vasos coronarios, enfermedad ateromatosa coronaria, miocarditis, ruptura aórtica, displasia ventricular derecha arritmogénica, estenosis valvular aórtica, alteraciones del sistema de conducción, commotio cordis.

En los mayores de 35 años, lo más frecuente es que sea por cardiopatía isquémica o enfermedad de las arterias coronarias, debido a que hay una o más arterias obstruidas. Este problema ocasiona que llegue un menor flujo de sangre al corazón y cause un desequilibrio en el aporte de oxígeno al miocardio, terminando en un infarto.

Prevención

Los especialistas afirman que no hay deportes más peligrosos que otros porque el riesgo de muerte súbita no lo determina el tipo de deporte, sino la intensidad a la que se realice y la existencia de una patología que derive en este desenlace.

De hecho, mi suegra es una de las pacientes que se ejercita regularmente dentro del programa de la Asociación Costarricense de Cardiópatas Rehabilitados (Acocare). A ella la he visto hacer zumba, funcional, pesas y hasta correr —todo en compañía de especialistas (cardiólogos, fisiatras, fisioterapeutas y otros) que monitorean la intensidad con que realizan la actividad física los pacientes participantes del programa.

Ustedes, ¿se monitorean cuando hacen ejercicio? ¿Saben cuáles son sus zonas de entrenamiento? ¿Conocen cuál es su frecuencia cardiaca máxima (no la teórica sino, la real)?

Como suele ser recomendado, también en en el tema de muerte súbita, la medicina preventiva es el mejor camino. De hecho, la Asociación de Medicina Deportiva de Alicante (Amedal) recomienda realizarse anualmente exploración física y una prueba de esfuerzo, que muestra cómo responde el corazón a la actividad física.

“Esta prueba nos permite detectar enfermedades del corazón que con un simple electrocardiograma de reposo no aparecen, o evaluar una posible enfermedad coronaria “silenciosa” en individuos aparentemente sanos. También podemos descubrir respuestas anormales de la tensión arterial y reproducir y evaluar los síntomas torácicos relacionados con el ejercicio”, afirman en Salud+Deporte.

Además, podría ser recomendable realizarse un electrocardiograma y radiografía de tórax, para conocer mejor la condición cardiorrespiratoria, hemograma completo y perfil de lípidos para conocer la salud del sistema cardiovascular.

“Los casos de muerte súbita ocupan los titulares de la prensa deportiva especialmente cuando ocurren en deportistas bien entrenados y con un excelente rendimiento deportivo que, desgraciadamente, desconocían que eran portadores de manera silente de enfermedades cardiovasculares potencialmente letales, a pesar de haber sido sometidos a distintos controles médicos durante su vida deportiva”, comenta la especialista Araceli Boraita, en la revista española de cardiología.

Si aún estos atletas, experimentados y monitoreados pueden experimentar muerte súbita a pesar de sus regulares chequeos médicos, con más razón nosotros, que con costos nos hacemos un examen de sangre al año.

Tenemos que ser más cuidadosos y responsables con nuestra salud y hacernos exámenes que respalden la cantidad e intensidad de ejercicio físico al que pretendemos someternos.

Estar preparados

Un último comentario que quiero hacer es sobre la importancia de saber hacer Reanimación Cardiopulmonar (RCP).

Yo soy parte de la brigada de mi empresa y ahí nos enseñaron que, por cada minuto que un corazón permanece sin latir, disminuye en 10% la capacidad de sobrevivir. En otras palabras, si en 10 minutos esa persona no recibe RCP, es 0% su posibilidad de sobrevivencia.

Nunca me he tocado poner en práctica este conocimiento pero agradezco tenerlo. También se lo enseñé a mi familia y lo repasamos cada cierto tiempo para estar preparados para lo inesperable.

El rule of thumb es presionar el pecho 2 pulgadas, sin flexionar los codos, al ritmo de Staying Alive tres veces seguidas (solo el coro), dar dos respiraciones boca a boca y se vuelve a repetir.

Repito, ese es “el forro”. Lo ideal es que todos estemos capacitados para realizar el procedimiento correctamente. Los invito a hacer lo mismo.

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