En dos platos, el buen dormir es un aliado a su entrenamiento y el mal dormir, un enemigo. ¿Por qué?

Si bien dormir mal no afecta su capacidad cardiovascular o respiratoria, biomecánicamente hablandono dormir lo suficiente puede hacer que el ejercicio se sienta más difícil. Esto causa que se fatigue más rápidamente y le resulte más difícil ejercitarse al máximo de su capacidad; además, aumenta el riesgo de lesión. Por eso, si duerme mal el desempeño de su entrenamiento se verá negativamente afectado.

Por el contrario, dormir lo suficiente no solo puede brindarle más impulso y fuerza para maximizar su entrenamiento, sino que tiene efectos positivos mentales: como repercute en la concentración, el estado de ánimo y el enfoque, dormir bien puede prepararlo mejor para el entrenamiento y que este le resulte más eficiente, dice Christopher Winter, presidente de la clínica de Neurología y Medicina del Sueño de Charlottesville.

Además, desde hace una década se demostró que el sueño adecuado hace más probable que las personas completen su régimen de ejercicio la mañana siguiente y se mantengan motivados para continuar haciéndolo.

Otra forma en que el sueño mueve la aguja de su estado de fitness se ve en la alimentación. Se sabe que la privación del sueño afecta la regulación del apetito, lo que resulta en una mayor ingesta de alimentos —muchas veces una que lleva al sobrepeso.

De la misma manera, en el sentido contrario (wink, wink), dormir lo suficiente puede ser un componente clave de los programas de prevención de la obesidad y pérdida de peso. Un estudio vio cómo personas que pasaron de dormir 6.5 horas a descansar entre 7 y 8 horas consumieron un promedio de 270 calorías menos por día.

Por otro lado, si bien hacer ejercicio favorece la salud mental y posibilita el mantener una cognición aguda durante la vejez, para quienes no duermen lo suficiente, lo que logran con los músculos, lo borran con el trasnoche. Un estudio longitudinal londinense mostró que quienes eran más activos físicamente pero que dormían menos de 6 horas en promedio tuvieron un deterioro cognitivo general más rápido. Así, después de 10 años, su función cognitiva era casi igual a la de sus compañeros de edad que habían realizado menos actividad física en ese tiempo.

¿Y si toca escoger entre madrugar para entrenar o seguir durmiendo? Lo ideal, dice Winter, es qué no tenga que elegir, qué planifique su hora de dormir y su hora de despertar para que hayan de 7 a 8 horas entre una y otra. Pero, si suena la alarma y ese no es el caso, escoja la almohada.

“Yo diría que el sueño es siempre la prioridad, a menos de que su sueño sea casi siempre bueno en calidad y cantidad. Si durmió de siete a ocho horas la noche anterior, ¡levántese y vaya al gimnasio! Pero si ha estado registrando menos de seis horas la mayoría de las noches de esa semana, su cuerpo le agradecerá esa hora extra de sueño. Si la omite, es probable que registre un entrenamiento mediocre de todos modos”.

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