Algunas personas entrenan para ser capaces de llegar a subir el Chirripó. Ella usaba el Chirripó como escenario de entrenamiento.
Trotar dos o tres veces por semana —en ocasiones 3 ó 4 horas por vez—, más nadar y andar en bici el resto de los días era su rutina normal de entrenamiento semanal desde hacía más de una década.
De hecho, tres días antes de darse cuenta de que tenía COVID-19, había corrido 31 kilómetros; dos semanas después, en cambio, no podía caminar 5 kms sin sentirse ahogada.
“Yo tuve un COVID amistoso: no me sentía mal. Me di cuenta porque, cuando me serví café, no lo olí. Y luego no olí el perfume, ni la botella de cloro en la que metí la nariz. Ahí me di cuenta de que estaba enferma. Pero no tuve ningún otro síntoma”, recuerda Marcela Mora, quien se enfermó en enero del 2021.
Acostumbrada a entrenar diariamente, las doctoras le recomendaron hacer estiramientos diarios durante su cuarentena para no atrofiarse. Sin embargo, los tres días en que hizo caso, después de estirar, le dolía muchísimo la cabeza y se sentía exhausta.
Fue entonces cuando le aconsejaron reposo absoluto hasta que pasaran los 14 días de aislamiento. Así lo hizo. El problema fue que, terminada la cuarentena, el cansancio no se fue.
“Me sentía muy agotada por cosas simples, como salir a caminar 5 kms. Iba con mi mamá y sentía una presión en el pecho insoportable. Volvía a casa incapaz de realizar esfuerzo alguno adicional”, narró.
El mes anterior, había pagado la inscripción de El Cruce Columbia 2021, una carrera anual que se realiza en la Patagonia argentina. Dividida en tres tractos, solo en la primera etapa, los competidores deben recorrer 29,2 Kms de la montaña, que tiene una altura máxima de 2.249 metros. Luego de acampar a una temperatura de no más de 12 grados, tienen que repetir la hazaña dos veces más, hasta completar los 100 kms de esta carrera de aventura.
“Ya íbamos por marzo, la carrera era en diciembre, y yo no era capaz de subir una cuesta sin llorar. Si intentaba correr 5 kms, al kilómetro tercero tenía que detenerme para recuperarme. Me sentía tan frustrada y tenía tanto miedo de no poder volver a correr”, recuerda la amante de carreras de trail, disciplina en la que se estrenó en el 2014.
“Cuando tuve COVID, no sentí nada”, afirma, pero después del COVID la historia era otra. Y es que no solo el ejercicio la cansaba. El día en sí mismo le resultaba agotador, aunque fuera tranquilo y sin sobresaltos. Solo ir a trabajar ya consumía su reserva de energía diaria.
Pero no se rindió. Tocó volver a empezar de cero… de cinco en cinco, en realidad. “Logré correr 5 kms y me propuse 6 kms. Si era mucho, hacía 5,5 kms. Y así, fui aumentando poco a poco. En mayo, cuatro meses después de haber tenido coronavirus, pude correr mis primeros 10 kms. Ahí, supe que ya podía buscar un entrenador que me preparara para El Cruce”, contó.
Tuvo que volver a empezar el proceso desde cero, desde “mucho más abajo de donde estaba”, sin saber cuánto le iba a tomar, pero con el sueño claro de cruzar la meta suramericana a finales de año. Ese fue el motor que la llevó adelante en los meses siguientes. Hasta que finalmente, entre el 2 al 6 de diciembre, cumplió su anhelo.
“Es una de las mejores experiencias que he tenido en la vida. Ya no tengo secuelas del COVID. Me siento bien”, dice con la mente puesta en su siguiente meta: correr 50 km en el Rincón de la Vieja, en mayo próximo.
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Yo, Carobicos, pedí permiso a Marce para compartirles esta historia porque existen otros sobrevivientes del COVID, yo incluida, que quizás no se sienten como antes de contraer la enfermedad.
Quizá sienten que su capacidad cardiorespiratoria no es la misma. Tal vez sienten que no podrán retomar la vida activa que tenían antes de enfermar o más bien piensan que, si no lograron hacer ejercicio antes, menos ahora, post COVID. Están equivocados.
La misma Marce lo dice y lo demuestra: “Se puede retomar o incluso mejorar el rendimiento previo. El cuerpo nos habla. Las cosas se pueden lograr, pero hay que ser conscientes de lo que está pasando: escuchar el cuerpo y tener paciencia, sí. También disciplina, constancia y dedicación”.
Sigamos su ejemplo. No dejemos que ni el miedo, ni la pereza, ni la frustración, ni la misma incapacidad nos paralice: “Un viaje de mil millas comienza con el primer paso”, dijo el filósofo chino Lao Tse.
¡hay que moverse!
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