Uno de los retos que tenemos los entrenadores es saber distinguir entre fatiga y desgano. Cuando el cliente no quiere terminar el ejercicicio, pero es perfectamente capaz de hacerlo, toca animarlo y corear como en los conciertos “otra, otra, otra”. Pero, cuando lo que le está impidiendo finalizar es el cansancio, insistirle sería contraproducente.

Si creeemos en el famoso slogan de no pain, no gain, no sabemos diferenciar entre “no puedo” y “no quiero”, nos obligamos a seguir, pese a ese dolor o molestia inhibilitador, eso puede terminar lesionándonos producto de mala técnica en la ejecución del ejercicio,que es siempre a lo que recurre el cuerpo para terminar a como sea. Y no, chiwines, como en muchas otras actividades, al entrenar, el fin no justifica los medios.

“La mayoría viven el aquí y el ahora y no pueden prever el impacto de una lesión más adelante”, había dicho un estudio de la Universidad de Rhode Island en el 2015. En la investigación, vieron cómo no pain, no gain nos empuja “más allá de lo que el cuerpo es capaz de hacer”, utilizando antiinflamatorios y obviando la terapia y el descanso requerido, lo que conduce a dolor crónico y discapacidades debido a lesiones.

“El costo emocional del atleta es tan debilitante como el costo físico. Esta mentalidad de que sin dolor no hay ganancia impide que reconozcamos las consecuencias a largo plazo de una lesión”, manifestó la investigadora Allison B. Costa.

Coinciden con ella otras investigadoras de la Universidad de Pretoria al afirmar que una lesión disminuye el rendimiento y la motivación para continuar entrenando.

‘No pain, no gain’ es una frase que comúnmente se emplea como “motivación” o fitspo.

Suena obvio. Pero yo lo he visto, incluso después de la que lesión sana. La persona perdió el ritmo de entrenamiento y le cuesta retomar. O, peor aún, empieza a temerle al ejercicio, por miedo a que se vuelva a repetir una lesión de ese tipo y deja de hacerlo del todo.

Entonces, ¿que nunca duela?

No saquen lo siguiente de contexto, por favor. Lean y relean lo de arriba antes de continuar.

Hacer ejercicio incomoda y, a veces, duele.

Las personas sedentarias que hacen ejercicio y dicen al día siguiente “me duelen músculos que no sabía que tenía” no están exagerando.

Efectivamnete, los desconocían porque su cerebro no había reclutado esas fibras musculares, pues no las necesitaba en las actividades físicas que venía realizando previamente a esa sesión.

Y esa misma sensación la pueden tener personas activas que un día prueban otro ejercicio.

A mí me pasó cuando escalé la primera vez. No tenía idea de la cantidad de musculitos que iban hasta mis dedos y que trabajaron como nunca para sostenerme. Los sentí todos y cada uno de ellos al día sigiente. Nunca los había usado de esa forma. Mis piernas, en cambio, que también me ayudaron a subir, estaban pura vida porque mis cuádriceps e isquitibiales sí están acostumbrados a estarse moviendo.

También podemos amanecer arratonados cuando cambiamos de programa o le hacemos algún ajuste al plan.

Otra cosa que “duele” es el corazón.

Al hacer ejercicio, el cuerpo empieza a demandar más oxígeno. Como la sangre lo traslada, el corazón se ve obligado a bombear más. “Cuando obligas a un músculo para que trabaje más allá de su capacidad de usar el oxígeno, estás creando ácido láctico, que te da esa sensación de ardor o arratonamiento. Esto es lo que las personas con experiencia en ejercicio suelen reconocer como un buen entrenamiento”, explican en la organización UCI Health.

Eso sí, nunca hay que llegar por arriba del 95% de su capacidad porque podríamos provocarnos un ataque cardiaco. De ahí la importancia, sobre todo a partir de los 35 años, de monitorear el pulso al entrenar.

Los anteriores son “dolores normales”, los aceptables, los que se superan con motivación. Dicho esto, recordemos que la función del dolor es advertirnos que algo no está bien.

“Si aparece repentinamente y es agudo, puntiagudo, punzante, doloroso o irritante; si se encuentra en una articulación o en lo profundo de los huesos”; si es paralizante o si se siente como si el tejido se estuviera separando al estirarse, deténgase, advierte la psicóloga deportiva Elizabeth Quinn.

Coinciden en UCI Health: esto indica que algo está estresado, inflamado, dañado o sensible.

Escuche a su cuerpo y recuerde: la forma más efectiva de evitar estos dolores que son, en realidad, signos de lesión, es realizar cada ejercicio con su técnica correcta. Esto implica también, ajustar el peso, por más de que le duela al ego.

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