Me encantan las celebraciones mundiales, especialmente cuando son random, como el día mundial de nada. (Sí, eso existe. Para todo hay gente, y, por lo visto, también fechas).

Pero hoy no es una celebración rara; es una celebración importante: Día Mundial del Síndrome de Down. #WDSD

El síndrome de Down ha existido desde siempre y está presente en todas las razas, géneros y condiciones socioeconómicas. Es de esas discapacidades visibles que está asociada a diversos grados de discapacidad intelectual y física y a problemas médicos.

Esto ha facilitado la creación de prejuicios y estereotipos en torno a este arreglo cromosómico. Incluso, estaba leyendo que en algún momento se creyó que el ejercicio físico para personas con síndrome de Down podría ser dañino para estas personas y que tenían “flotabilidad negativa”, o sea, no podían nadar porque se iban a hundir.

¡Qué ganas de ver las caras de quienes decían eso si conocieran al cinco veces campeón mundial de natación en la categoría de Síndrome de Down, Carlos Hernández! ¿Qué ganas de verlos al decirles: “no solo sí flotan, sino que también ganan oro nadando”!

Dato curioso: no fue sino hasta 1968 que se incluyó la natación en las Olimpiadas Especiales. Hoy, o al menos en los últimos juegos paralímpicos, las personas con Síndrome de Down participan en 22 categorías deportivas, incluida natación. [chivita, chivita]

Como lo dice Chelsea B. Spurgeon, de la Universidad de Tennessee: “si bien las personas con síndrome de Down generalmente tienen algunas limitaciones físicas, pueden, en su mayor parte, participar en la mayoría de las formas de actividad física que las personas sin la discapacidad puede”.

“¡Cuánto hemos avanzado!”, dice Anne McLindon, entrenadora de natación de personas con síndrome de Down; y no lo dice respecto de estas personas: ellas siempre han tenido las habilidades de competir, triunfar y hacer mucho más de lo que pensamos.

Los que hemos avanzado somos nosotros, en derribar prejuicios y cambiar actitudes.

(Foto Cliff Booth / Carobicos / Para EF)

Es cierto: estas personas suelen tener baja resistencia cardiorrespiratoria, agilidad y equilibrio. Sin embargo, la evidencia científica muestra cómo la actividad física regular es beneficiosa: “parece tener un impacto positivo en el perfil de riesgo cardiometabólico, la fuerza muscular y la capacidad de trabajo aeróbico”.

¿Qué cara pondrían quienes alegaban que el ejercicio podría serles dañino?

Si llegara una persona con síndrome de Down a explicarle su programa de ejercicios en el gym, a darle su clase de spinning, a instruirlo en natación, ¿qué cara pondría usted? ¿Qué cara pondría yo?

Me molesto conmigo misma al pensar en esto porque creo que, al verle, así, en el microsegundo 00:01, me extrañaría. Luego, claro, me haría sonreír, lo sé, de fijo. Y estoy segura de que me sentiría feliz y orgullosa de ser su clienta o alumna. Pero, siendo totalmente honesta, creo que mi primera, primera reacción sería de extrañeza.

Triste. Lo sé.

Por eso, soy la primera en alegrarme de lo que hemos avanzado; y la primera en reconocer que nos falta… al menos, a mí.

Hoy escuchaba una charla de Ariel, un treitañero trilingüe, atleta y parte del departamento de ciberseguridad de IBM. Él tiene síndrome de Down y nos aconsejaba ver a la persona antes que la discapacidad que posee. (De hecho, con las discapacidades invisibles ya sucede así.)

Hoy, en el WDSD los invito a reflexionar sobre cómo podemos ser más inclusivos en lo que hacemos y en lo que pensamos para llegar a la meta común de equidad.

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