Suelo ser bastante crítica de las clases de Pilates fusión, como Curves+Pilates, Spinning+Pilates, Zumba+Pilates o cualquier otra cosa + Pilates porque soy bastante apegada a Pilates clásico y sé que, cuando hecho a consciencia, es una workout completo en sí mismo.

Sin embargo, también soy amante de AntiGravity Yoga (yoga aéreo) y sé que es un excelente ejercicio funcional, diferente de lo que se suele hacer y divertido.

Así, cuando supe que existía una clase llamada AntiGravity Pilates (AGP), no me pude resistir a probarla.

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En Andamio Escuela de Movimiento imparten lecciones de AGP

La primera sorpresa fue ver que la hamaca no se coloca al nivel de los huesos de la cadera, donde debe estar en AntiGravity Yoga (AGY) para hacer las inversiones.

En AGP se coloca, lo más, al nivel de las rodillas. ¡No se necesita que esté más arriba porque no se hacen trucos, ni volteretas!

En AGP, como en el Pilates que creó el propio Joseph Pilates, el trabajo del core es el enfoque y la razón de ser de la clase.

Tampoco se utiliza música porque la respiración coherente con el movimiento realizado es mucho más importante que en otro tipo de clases grupales, especialmente, si se quiere lograr hacer de la manera correcta: desde el diafragma, con el ombligo lo más cerca de la columna vertebral posible, las escápulas “metidas en las bolsas traseras del jeans” y la pelvis en posición neutra.

Me sorprendió lo parecido que son algunos de los ejercicios de AGP, como el cien o el puente, a los de las clases de “Pilates normal” que he dado y recibido. La diferencia es que la hamaca, por ser un elemento deentrenamiento en suspensión, añade inestabilidad que reta aún más la fuerza abdominal.  

También hicimos algunos ejercicios similares a los que se realizan en las clases de Pilates con máquinas y, de acuerdo con la profe de ese día, ese parecido es precisamente el que realmente persigue AGP.

Otros ejercicios, en cambio, me resultaron completamente ajenos a tal punto que, si no hubiera sabido de antemano que era una clase de Pilates, no hubiera podido deducir que lo era.

No me malinterpreten: sabía que estaba haciendo ejercicio; mis piernas, glúteos, abdomen y brazos lo sabían también, pero no sentía que fueran de Pilates.

El final de la clase llegó más rápido de lo que esperaba, como siempre sucede cuando hacemos cosas que nos placen y, mientras hacíamos el famoso cocoon, trataba de decidir qué me gustaba más.

¿La conclusión? Me quedo con Pilates (aunque si tengo que escoger entre Pilates con máquinas y AGP, que son los realmente comparables entre sí, sin duda me quedo con AGP, y jamás jamás JAMÁS podría sacar a AGY de mi vida).  Tal vez tiene que ver en algo con mi personalidad deportiva o con que yo misma sea profe de Pilates; la verdad no sé. Sin embargo, para nada me arrepiento de haber hecho la clase de AGP y probablemente, les anticipo, la vuelva a hacer. Quizás sea un amor de segunda vista. Luego les cuento si así fue.

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