La mayoría de las personas que practican el ayuno intermitente logran perder peso como resultado del déficit calórico que se logra al suspender una comida, la cual, difícilmente es compensada con lo que se ingiera en otro tiempo de comida.

Entonces, la lógica diría que, si a ese déficit de menor consumo se le añade un mayor gasto de calorías, producto del ejercicio, el déficit será aún mayor y, por ende, la pérdida también. ¿Cierto? No exactamente.

Una revisión bibliográfica mostróque hacer ejercicio durante un estado de ayuno puede aumentar la lipólisis en el tejido adiposo al mismo tiempo que estimula la oxidación de grasas periféricas, lo que puede resultar en una mayor utilización de grasas y pérdida de peso. Sin embargo, ese mismo estudio vio que el impacto más amplio se da en personas sedentarias, en comparación con lo que ocurre en atletas altamente entrenados.

Además, Matthew Lees y Eric Williamson, investigadores de la Facultad de Educación Física, vieron que el ejercicio incide en el tipo de peso que pierden las personas que practican el ayuno intermitente. “Sin hacer ejercicio, están perdiendo peso, pero gran parte de él a menudo proviene del músculo”, detallan en el sitio de la Universidad de Toronto; mientras que, si hacen ejercicio además del ayuno, la pérdida de peso se debe a pérdida de grasa y no, de músculo.

Por eso, el tipo de ejercicios recomendados son los que trabajen la fuerza muscular.Recordemos que los músculos, juntos con los órganos, son los únicos que requieren energía para funcionar. Es decir, son los únicos que queman grasa con solo existir. Así, entre más músculos activos haya en su cuerpo, más grasa requerirán en tiempo de reposo.

Similar pasa cuando hacemos ejercicio en la “zona quema grasa”, que es esa intensidad de baja a moderada donde nos agitamos lo suficiente como para ser incapaces de cantar, pero sí, capaces de hablar en frases cortas. Ser capaz de expresar más que eso denotaría falta de intensidad y una incapacidad total de conversar indicaría demasiada intensidad.

Hasta ahí, todo bien. Me apunto a hacer ejercicio funcional, caminar o similar en ayunas.

Ahora, me parece muy importante resaltar la salvedad que hacen: “si alguien busca ganar la mayor cantidad de músculo y fuerza posible, como un levantador de pesas o un físicoculturista, es posible que desee evitar el ayuno intermitente, ya que necesitará tanto el estímulo del entrenamiento de resistencia como la alimentación con proteínas a lo largo del día para lograr el objetivo”.

Más que eso, a mí me preocuparía intentar un ejercicio de fuerza máxima en ayunas para realizarlo, no porque no vaya a lograr que mi músculo crezca, sino que, sin la energía suficiente, difícilmente se logra una técnica correcta. Entonces, este intento podría terminar en una lesión, en lo mejor de los casos, o en un accidente grave, donde la pesa caiga sobre la persona, incapaz de contrarrestar su peso.

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También se debe advertir a los atletas que están tratando de maximizar el rendimiento, ya que tienen necesidades de energía muy altas; es decir, necesitarán mucha comida, dice Williamson, quien también es nutricionista. “Si están practicando el ayuno intermitente, están limitando sus oportunidades de obtener esa energía. Los atletas que comen con más regularidad a lo largo del día tendrán más probabilidades de satisfacer sus necesidades energéticas, recuperarse mejor y adaptarse mejor a su entrenamiento”, añade.

A ello añadiría yo evitar los ejercicios de alta intensidad, los que nos llevan a no ser capaces de hablar del todo, zonas 3 y 4. Para ellos, el cuerpo requiere energía que sea fácil de metabolizar. La grasa no es esa fuente. Así que, no solo no estarían quemando las grasas que desean, sino que podrían incluso desmayarse y/o vomitarse por no tener el cuerpo suficientes calorías con las que responder a la demanda de gasto impuesta.

Un último consejo. Recuerden que ayuno intermitente significa no comer durante, al menos, 12 horas. En ningún momento indica que es saltarse el desayuno.


De hecho, Williamson explica que, desde una perspectiva metabólica, es mejor evitar la merienda o la cena en lugar del desayuno.

“Hay un par de razones para eso. Una es que estamos más preparados metabólicamente por la mañana: tendemos a metabolizar mejor los nutrientes por la mañana. En segundo lugar, la noche suele ser la preferida para la comida chatarra. Entonces, si alguien dice que no voy a comer después de las ocho, por ejemplo, probablemente esté eliminando algunos de estos alimentos ricos en calorías y bajos en nutrientes”, explica.

Recordemos que, a diferencia de las calorías que ingerimos durante el día, mientras estamos activos, en la noche pasamos del reposo al sueño por lo que, difícilmente, esas calorías se gastan y más bien, se acumulan como grasa. Así que mejor desayunar como rey y cenar como mendigo.