¿Que por qué […9.993…] le estoy dando […9.994…] vueltas a la mesa […9.995…] del comedor […9.996…] cual hámster […9.997…] en una rueda? 9.998, 9.999, 10.000: meta de pasos diarios completada.

Tal cual. Cuando me compré mi tracker, no lo hice para monitorear mis zonas de entreno, sino para que me avisara cada hora que ya era tiempo de moverme y romper el sedentarismo de los últimos 60 minutos porque, sino, me quedo concentrada en el trabajo y se me olvida.

Pero, el gadget tenía, además, la función de contar los pasos dados diariamente y, al llegar a 10.000, me aplaudía. Confieso que me hacía gracia alcanzar ese milestone por esa razón. Entonces, fácilmente me podían ver al final del día, dando pasos hacia ningún lado con tal de lograr mis aplausos digitales.

Sin embargo, hace poco descubrí que la famosa meta es un número arbitrario y sin fundamentos científicos. De hecho, un estudio de Harvadrd se encargó de desmentirlo.

Sí, es cierto que vieron una correlación entre el sedentarismo y pocos pasos: 2.700 diarios.

También detectaron, entre quienes daban un promedio de 4.000 pasos al día, una reducción en la mortalidad del 41%.

Sin embargo, documentaron que no es necesaria la meta de los 10.000 pasos: el estudio sugiere que se pueden obtener beneficios de 7.500 pasos al día. Eso es un 25% menos de pasos que el objetivo más común, señalan en el sitio de Harvard.

¿Y entonces de dónde salen los otros 2.500 que están de moda?

La investigadora I-Min Lee, epidemióloga y profesora de medicina en Harvard, descubrió que los orígenes del número se remontan a 1965, cuando una empresa japonesa fabricó un dispositivo llamado Manpo-kei, que se traduce como “medidor de 10,000 pasos”.

“El nombre era una herramienta de marketing”, dice. Aún así, también afirma que cada paso cuenta.

Y yo, sin ser parte de Harvard, estoy de acuerdo. ¿Por qué? La OMS recomienda hacer, al menos, 150 minutos de actividad física semanal, y que sea de moderada a intensa a la semana.

Nada más natural para quienes no tenemos discapacidad motora que caminar. Si nos proponemos caminar a un paso que nos agite (subiendo una cuesta o unas gradas o acelerando el paso), podemos fácilmente empezar a sumar minutos para llegar a esa meta.

Y ya sabiendo que no es necesario sumar 10.000 pasos, sino 150 minutos, podemos echar a esa otra canasta otras actividades motoras que no impliquen explícitamente caminar, como andar en bicicleta, nadar, saltar suiza o bien, hacer el oficio, podar el césped o ir a la feria.

Simplemente, ¡hay que moverse!